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Odio y conflicto como gancho: Técnicas de venta de la era digital

  • Foto del escritor: Leslie Narro Pulgar
    Leslie Narro Pulgar
  • 21 ago
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 21 sept

La semana pasada solo quería ver la hora en mi celular. Sí, la hora. Pero ya sabes cómo funciona: desbloqueas la pantalla y aparece un video recomendado que nunca pediste, pero que ya te atrapó. En mi caso era un tipo diciendo que “las verdaderas funciones de las mujeres eran encargarse de la casa y de la limpieza". Obviamente, como la feminista en proceso que soy, me indigné. Dejé mi escoba a un lado, preparé mis mejores argumentos, y bajé a la sección de comentarios preparándome para la batalla. ¿El resultado? Terminé atrapada en una cadena de reels parecidos y comentarios llenos de odio. No publiqué ninguna respuesta, solo me peleé con cada uno de esos usuarios en mi cabeza.


Así pasaron 2 horas aproximadamente. Y digo "aproximadamente" porque nunca me detuve a ver la hora real al agarrar el celular en un inicio. Pero me sentí bien, porque mis argumentos feministas sonaron tan bien en mi cabeza, que definitivamente, yo gané ese debate imaginario.


Me tomó algunos días aceptar que yo no había ganado nada. Pero instagram, sí.


Como sabemos, nada en esta vida es casualidad. Las redes sociales están diseñadas para darle prioridad a lo que más reacciones genera. Y seamos sinceros: la indignación, el enojo o la sensación de injusticia se propagan más rápido que la calma o la alegría.


Según el MIT Media Lab (2023), los contenidos con controversia o emociones negativas tienen un 20% más de retención que los neutrales o positivos. Osea que, más tiempo de pantalla, más anuncios vistos y más dinero para las plataformas.


Lo curioso es que esto no es nuevo. Los medios tradicionales siempre han jugado con la lógica del “si escandaliza, vende”. Pero ahora el algoritmo hace esa jugada mucho más personalizada: conoce tus intereses, analiza lo que comentas, mide cuánto tiempo te quedas mirando y luego te lanza más de lo mismo. No es azar, es cálculo.


Y si bien, siempre he admirado esa clase de análisis y buscado aprender esas técnicas del marketing digitial, el - nada pequeño - problema es que este modelo tiene un costo social altísimo. La socióloga Zeynep Tufekci explica que este tipo de dinámica alimenta la polarización y fortalece las cámaras de eco: terminas rodeado de contenido que confirma lo que ya piensas, en lugar de abrir espacio al diálogo. El resultado: sociedades más divididas y personas emocionalmente más agotadas.


Un informe de Pew Research Center (2022) encontró que el 64% de usuarios ha presenciado o sufrido ataques personales en redes, y el 55% reconoce que ese contenido afecta negativamente su bienestar emocional. O sea, no solo perdemos tiempo, también nuestra tranquilidad mental.


Y la biología tampoco ayuda. Cada vez que reaccionamos con ira o miedo, el cerebro libera dopamina y adrenalina. Es como si nos premiara por engancharnos. Pero ese mismo ciclo debilita nuestra capacidad de reflexión. Un estudio en Nature Communications (2021) muestra que los estímulos emocionales reducen el pensamiento crítico y nos hacen más impulsivos. En pocas palabras: mientras más enojados estamos, menos pensamos y más fácil es que nos manipulen.


Entonces, la gran pregunta: ¿quién tiene realmente el control? Porque si cada vez que abrimos una app terminamos atrapados en discusiones que no buscábamos, ¿somos usuarios o simplemente materia prima de un sistema que vive de monetizar nuestro enojo?


Con toda esta información encima solo me deja pensando: como personas, ¿podemos decidir hasta qué punto queremos dejarnos arrastrar? ¿podemos limitar notificaciones, elegir mejor a quién seguimos o incluso darnos un respiro digital? Y como profesionales de la comunicación, el reto es todavía mayor: ¿vamos a usar las mismas estrategias que generan adicción y división, o vamos a crear contenidos que atrapen sin dañar?


Marshall McLuhan lo dijo hace décadas: “El medio es el mensaje”. Y hoy ese mensaje está claro: las plataformas viven de nuestras emociones más básicas. Lo que nos dejan es una sociedad más cansada y fragmentada.


Asi que la próxima vez que te quedes pegado a un video que sabes que te drena, recuerda esto: la tecnología no trabaja por tu bienestar, trabaja por su negocio. Y a veces, la mejor forma de rebelarse no es responder con mil argumentos… sino cerrar la app y recuperar tu tiempo.

 
 
 

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