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Bad Bunny: Más Que Hits — Una Clase Magistral de Comunicación Integral

  • Foto del escritor: Leslie Narro Pulgar
    Leslie Narro Pulgar
  • 21 ago
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 21 sept

Cuando he dicho - en reiteradas ocasiones - que el trabajo de marketing y comunicación de Bad Bunny es “increíble”, no hablo solo de campañas virales ni de cifras récord en plataformas de música. Me refiero a que su comunicación es integral, es decir, un sistema donde todas las piezas —branding, música, audiovisuales, conciertos, redes sociales, relaciones públicas, y otros — trabajan de manera coordinada bajo una misma narrativa. Esa coherencia es la que lo convierte en lese curso magistral de comunicaciones que yo quiero llevar.


La comunicación integral se entiende como la capacidad de alinear todos los puntos de contacto de una marca para contar una misma historia. Y aquí está la primera lección: lo que sentimos como autenticidad no es suerte, es estrategia. Bad Bunny y su equipo ejecutan con precisión una narrativa que trasciende lo comercial y en su último álbum coloca a Puerto Rico en el centro.


El ecosistema detrás del fenómeno


Pero en esta vida, no podemos lograr nada solos, sino que necesitamos de ese grupo de gente más que calificado para ayudarnos a llegar a la meta. El cerebro detrás de gran parte de su estrategia es Noah Assad, fundador y CEO de Rimas Entertainment. Assad no solo es su manager, sino el arquitecto que entiende que la música no se vende en aislado: se construye como marca cultural. A su lado, productores como Mag aportan un sonido que mezcla tradición con modernidad, creando un puente entre lo local y lo global.


Pero la coherencia va más allá de la música. En su residencia en Puerto Rico, el diseño escenográfico estuvo a cargo de un equipo de profesionales locales: Mónica Monserrate y Mayna Magruder en la escenografía, la arquitecta Gabriela Escalera, y la pintora escénica Alejandra Martínez. El resultado: escenarios que replicaban montañas, casitas y paisajes puertorriqueños, logrando que cada detalle transmitiera pertenencia y orgullo cultural.


La lección aquí es clara: la comunicación integral no es centralizar, es alinear talentos diversos con un mismo propósito. Cuando producción, audiovisual, marketing y branding reman hacia la misma visión, se genera un relato consistente que conecta de manera profunda con la audiencia.


Marketing con propósito: Puerto Rico como corazón


Lo fascinante del caso es cómo ese engranaje se traduce en resultados concretos. Bad Bunny reservó entradas exclusivas para puertorriqueños en sus conciertos, priorizó al público local frente a la reventa y generó un impacto económico superior a 200 millones de dólares en la isla. Incluso alquiló el aeropuerto de Aguadilla para grabar contenido, visibilizando regiones menos turísticas y generando movimiento económico en áreas olvidadas.


Más allá de los números, lo que comunica es que Puerto Rico no es un decorado, es el centro de su narrativa. Cada portada, videoclip o entrevista internacional es una oportunidad para posicionar su tierra en el imaginario global.


Y ahí otra enseñanza para el marketing: cuando tu identidad cultural se convierte en ventaja competitiva, la autenticidad se vuelve irresistible. No es Puerto Rico como postal turística, es Puerto Rico como experiencia viva.


El caso de Bad Bunny demuestra que la coherencia comunicacional puede reforzar el orgullo cultural, dinamizar economías locales y visibilizar comunidades históricamente relegadas. Es una muestra de cómo el storytelling, cuando se hace con propósito, puede transformar percepciones y abrir conversaciones sociales más allá del entretenimiento.


En un mundo saturado de mensajes y escepticismo, la consistencia entre lo que se dice y lo que se hace es lo que construye credibilidad.


Puede que no te guste su música, que fisicamente no te parezca atractivo, que te parezca el peor cantante de la historia, y está bien. Pero como profesionales de la comunicación, deberíamos detenernos a observar lo que está haciendo su equipo: usar la coherencia narrativa como estrategia y el arte como vehículo de identidad social.


La pregunta es: ¿qué estamos haciendo con nuestro propio poder comunicacional? ¿Estamos construyendo relatos que sumen valor, que eleven a nuestras comunidades, que refuercen la identidad cultural? ¿O simplemente seguimos creando campañas aisladas que se diluyen en el ruido?


Bad Bunny y su equipo nos deja una lección clara: la publicidad y marketing no solo construye marcas sólidas, también puede transformar realidades. Y esa es quizás la función más noble que puede tener nuestro rubro: ser un puente que conecta a la gente con lo que importa, que rescata lo auténtico en medio de lo efímero, y que recuerda que detrás de cada campaña hay algo más que métricas: hay sociedad, hay cultura, hay futuro.

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